Cantante de Los Violadores, expresó la rabia de la juventud contra la dictadura y el mainstream musical. Su muerte deja huérfana a una generación de rockeros.
“Parece un virus darwiniano, porque termina eliminando a gente que se considera que está de más en el sistema”. Lúcido y reflexivo, Enrique “Pil” Chalar, el hombre que le puso voz a la ira argentina, analizaba en 2020, desde Perú y ante este periodista, los primeros meses de una pandemia cuyo azote sorprendía al mundo. Ese mismo país, que el músico eligió para pasar su vida, fue el que lo vio irse este viernes a la noche.
Con la muerte de Chalar se marchita una pieza fundante de la contracultura argentina. El trovador de una generación que no hallaba refugio en las ofertas musicales que vendían futuros ominosos y espaciales mientras las mazmorras de la dictadura se abarrotaban de presos políticos. En los días grises, desaparecer era posible. A los nervios de los jóvenes se les sumaron los primeros coletazos de un incipiente movimiento punk que se alzaba en el Reino Unido. Ese cocktail arrollador tuvo a sus hijos pródigos: “Los Violadores de la Constitución”, “Los Violadores de la Ley”. Los Violadores.
Pil no solo fue un cantante. Fue un showman y letrista asertivo, que supo vomitar sobre la gran tragedia argentina con ojo filoso. Desde narrar la Guerra de Malvinas en menos de cuatro minutos, hasta transformar “La Naranja Mecánica” en un himno popular, su pluma estuvo en constante movimiento. “Viajo solo y simpatizo con la acción” es una de sus proclamas que mejor describen la travesía.
Ya entrados los 90s, y habiendo consumado el éxito con álbumes pioneros como “Y ahora qué pasa, eh?” y “Mercado Indio”, por las constantes tensiones entre Chalar, Stuka -ese ladero eléctrico y necesario con el que Pil se sacaba chispas-, Zelazek y Gramática, Los Violadores volaron por los aires y nació Pilsen, banda que se mantuvo activa hasta el ocaso del cantante. De hecho, “Carne, tierras y sangre”, su último disco, fue lanzado en 2020 y obtuvo el Gardel a “Mejor álbum de rock pesado/punk” hace apenas semanas, en la más reciente edición de los premios.
Esa placa, que se cocinó al calor del macrismo, suscitó una serie de temas sociales que dieron cuenta del compromiso permanente de Pil. Y no solo eso: también de su madurez. Basta con decir que León Gieco, héroe de la canción folk argentina, fue invitado en el tema “Nonsanto”. En la entrevista citada al comienzo, Chalar opinaba que ya no había lugar en su vida para esas disputas de antaño con artistas de otra procedencia. Fumata blanca.
“Fue una cosa muy linda grabar con alguien que es anterior a mí en la música. Yo busqué grabar con León y me tocó en suerte. Podemos criticar que haya pasado tal o cual cosa, pero tiene una carrera coherente. Siempre fue una voz levantada por reivindicaciones sociales”, explicaba. Y añadía: “En ese momento había que romper. Había rechazo. Después pasaron los años y ya en los 90’s me tranquilicé de todo tipo de cosas. Hay cosas en la música que detesto y no las escucho, pero es un lindo hecho grabar con un artista tan importante. Es el artista argentino más conocido en el mundo, a excepción de Soda Stereo”.
Porque aquella cruzada de Los Violadores contra el Gobierno militar y el “ablande” no fue solo retórica, sino que se materializó en hechos concretos. Por ejemplo, en su oposición a tocar en el Festival de la Solidaridad Latinoamericana, un megaevento organizado para recaudar ropa, alimentos y otros bienes para los soldados que se batían con los ingleses en Malvinas. Allí estuvieron figuras estelares como Charly García, Luis Alberto Spinetta y el propio Gieco, entre otros. Pero Chalar y su crew, al igual que Virus, no fueron y denunciaron que detrás del velo altruista y sensiblero se ocultaba la garra de la dictadura. “Chocolates con cartitas para los soldados se terminaron vendiendo en Rosario. Fue un engaño absoluto. Le doy la razón a Pil Trafa”, sentenció León años después.
En tiempos donde muchos referentes naufragan en derivas conservadoras y rancias, Pil, aquel joven que serpenteaba entre escenarios y palizas policiales, siguió hablando de cosas importantes; investigando en texturas y lecturas: “Yo no quiero repetirme más con dos tonos. La música es grande. Dylan decía ‘abrí la ventana, podés hacer de todo'”.
Enrique Chalar, Pil, Pil Trafa, ya no está. Quedan sus discos, sus entrevistas, sus manifiestos, toneladas de graffitis y el recuerdo de su valiente resistencia a la dictadura. Para los jóvenes, “Luna Punk”, el show que Los Violadores ofrecieron ante un Luna Park repleto en 2017 -un grandísimo acto de justicia histórica-, sirve como actualización doctrinaria.
“Los punks son gente buena tratando de parecer mala y los hippies son gente mala tratando de parecer buena”, reza una humorada popular en redes sociales. Es natural estar triste cuando se va un punk, cuando se va un bueno.
Fuente: Ámbito